En el campamento de refugiados de Dar es-Salaam, en el Chad, conviven refugiados de Nigeria y del propio Chad. El 80 por ciento de los menores que llegan no ha recibido una educación antes. Su primera escuela es la del campo, construida y supervisada por Unicef. Para ellos, la vuelta al cole es la mejor noticia del verano.
De mayor seré profesor: «Nunca había ido a una escuela. No había en mi pueblo de Nigeria», cuenta Sani Abakar, de 12 años. «Cuando sea mayor, seré profesor», dice. En la zona del lago Chad, una de las más pobres del planeta, muchas escuelas han cerrado por la inseguridad, por enfrentamientos de guerrillas o por la persecución de Boko Haram. La escuela de Unicef en el campo se llama Espoir, 'esperanza' en francés
«Lo que más me cuesta son el Francés y las Matemáticas. En la escuela coránica no aprendíamos este tipo de cosas», dice Fati Ousmane, de 17 años. Cuando Boko Haram atacó su aldea, se escondió en el agua. Pero la cogieron. escapó cinco días después. Quiere volver a Nigeria, a estudiar en la universidad. Sueña con ser profesora.
«Quiero ser periodista para contar lo que pasa en Nigeria y aquí en el Chad. Así podremos obtener ayuda». Cuenta Hadiza Sani, de 14 años. Hasta que llegó al campo de refugiados de Dar es-Salaam, en 2015, únicamente había ido a la escuela coránica. En el Chad, solo la mitad de los menores va a la escuela. Y solo una de cada tres niñas completa el ciclo de primaria.
«Iba a la escuela, pero me dejé la mochila en casa. Al volver, vi a gente disparando», cuenta Issa Souleymane, de 11 años. Boko Haram había llegado a su pueblo. Ahora «ya sé contar hasta 30», dice Issa. Unicef ha construido más de 200 aulas en el Chad y ha escolarizado a 80.000 niños, pero alerta de que se necesitan 7,5 millones de dólares para educación.